lunes, 5 de octubre de 2009

La temporada de Alberto Contador

Inicio aquí una serie de post que servirán, ahora en este el final de temporada, para repasar qué esperabamos y qué ha sucedido con los más insignes ciclistas del panorama internacional. Y hablar de insigne ciclista es hablar de Alberto Contador, madrileño que despierta el fervor patrio, ídolo de los más jóvenes hombres que anhelan con escalar montañas como él hace, dos veces campeón del Tour de Francia, que es lo único que importa en España, contrarrelojista y escalador, todo en uno, representante de esta noble tierra allende sus fronteras. El hombre, el ciclista, el destino.

Me explico. Contador me aburre. Es un ciclista que camina por la vía de la gloria, de la inmortalidad, sí, pero es un ciclista que de tan rimbombante que ha conseguido ser, taladra mi pensamiento y oprime cualquier emisión positiva hacia su figura. Ojo, no dudo de sus cualidades como deportista —vaya, ha quedado más explícito de lo que pretendía—, pero me hallo extasiado de su figura mediática. En un país desencantado con el ciclismo —las audiencias de la Vuelta han vuelto, valga la redundancia, a ser ridículas— tan sólo el pinteño desata la pasión entre los no-aficionados —engaños los justos, un tipo que ve el Tour, de refilón la Vuelta y los últimos tres kilómetros del mundial, es decir, el espectador medio de ciclismo en España, no es aficionado—, Contador se alza como la figura única y reconocible dentro del mismo. Contador hacia arriba, Contador hacia abajo. Lástima que los periodistas especializados también se entreguen a él como Carlos Arribas o Carlos de Andrés, auténticos forofos seguidistas, en absoluto críticos.

Al asunto. La temporada de Contador, una vez las cartas están sobre la mesa. Sabido es por todos: su sueño es el Tour, carrera emblemática, soñada, mitificada, y anhelada por todos los ciclistas españoles que quieren ser algo menos Freire. Observen si no a Valverde, un corredor de clásicas y pruebas de una semana obsesionado con un Tour que difilmente logrará ganar, ya habrá tiempo de hablar de él. Contador se quedó el año pasado sin disputar la ronda francesa y pagó sus penas imponiéndose en las otras dos grandes, y este año, una vez supo de su participación en la carrera, se preparó única y exclusivamente para ella. Primera mitad del año intensa, enfocada al verano, y segunda mitad de la temporada en reposo absoluto. Gana en Algarve en Febrero y acude en Marzo a su amada París-Niza, la que le catapultó al éxito absoluto en 2007, cuatro meses antes de su improvisado primer Tour.

Y en la P-N Contador se la pega. De una manera escandalosa. Líder durante varios días de la prueba, se hunde en la penúltima etapa en favor de su amiguísimo Luís León Sánchez y al día siguiente pretende vencer la prueba atacando desde muy lejos. Finaliza cuarto, a un minuto y poco de Luís León, tras Chavanel y Frank Schleck. Alarmas disparadas, Contador no gana. No sólo no gana si no que se hunde estrepitosamente ante corredores que, en apariencia, no deberían ponerle en ningún aprieto de cara a la ronda francesa: Luís León en absoluto se trata de un hombre Tour, el rendimiento de Chavanel en Marzo se explica por la inminente llegada de las clásicas y Frank, amén de anhelar alguna prueba de las Árdenas, también en primavera, nunca fue una amenaza para nadie en el Tour sabidas sus nulas capacidades como rodador. ¿Qué sucede Alberto? Nada importante parece. Llega Abril y se adjudica otra vez la Vuelta al País Vasco, de manera tiránica. Ya estaba en casa.

Para entonces Contador avisaba. Ya no era el liviano escalador de antaño. No. Ahora Contador devoraba kilómetros cual culogordo en el llano. Un aviso de lo que vendría más tarde. ¿Contrarreloj? ¿Un tipo que pasa escasamente de los sesenta kilos? Sí. La vida de Contador es una vida de transformaciones. El cavernoma le transformó en un mártir, la Operación Puerto en un chico que pasaba por allí, su llegada al Discovery de Basso y Bruyneel en 2007 en un joven prometedor, la retirada de Rasmussen en el Tour de ese mismo año en ídolo, y su 2008 en mito. De transformación en transformación. La siguiente será en clasicómano del pavés, ya verán, si se lo propone Contador vence hasta en Roubaix. Y qué más da que nadie se explique su rendimiento, y qué más da que haya militado toda su vida de la mano de Manolo Sáiz y de Johaan Bruyneel, tipos de indudable e intachable trayectoria, lo importante es el espectáculo. Sigamos con él.

Tras P-V arrasa en la contrarreloj para decidir el campeón nacional, aguanta a duras penas en la Dauphiné de Valverde —pacto tácito mediante entre ambos para desquiciar al pobre Evans— y llega al prólogo de Mónaco como máximo favorito. El Tour. Y allí estaba él, rodeado de enemigos y sin ningún amigo. Y a pesar de todo ganó. Arrasó, aunque pocos reparen en que, de no ser por su equipo, los cuatro minutos que le metió a Andy Schleck en París, gracias a la CRE, no serían tales. Da igual, había que forjar un mártir y la prensa se encargó de ello. Lo pasa mal en la primera semana, le aislan, no agarra el liderato en Arcalis dada la inoportuna fuga de Nocentini, se cubre de gloria en Verbier —a pesar de la exigüa ventaja que consiguió frente al joven luxemburgués— aguanta todo lo que le echen en los Alpes y, señores, se adjudica de manera im-pe-rio-sa la única crono larga del Tour individual. Ante Cancellara y de amarillo. Pletórico, brutal. Nadie lo hubiera dicho de él jamás, pero lo logra. Con un rendimiento imposible calla bocas y sentencia el Tour.

De ahí, a hoy, cero. No aparece por la Vuelta y magnánimamente decide renunciar a su plaza en el mundial —lo cual es muy gracioso si tenemos en cuenta que decide el seleccionador— para suspiro de todos —unos de derrota, caído el sueño de verle correr defendiendo los colores de España, otros de alivio, conocedores de su rendimiento el año pasado en el mundial de Ballan—. ¿Impresionante no? Lo que ha corrido, sí. Contador ha planificado su temporada alrededor del Tour y no ha aparecido en pruebas de gran prestigio más que en Dauphiné —pre-Tour—, País Vasco y París-Niza. Únicamente el Tour. No ganarlo hubiera sido un fracaso estrepitoso para un tipo de su clase y talento. ¿Invencible? No. El mejor en carreras de tres semanas sí, pero cayó en P-N. Ahora Contador deambula sin equipo, taciturno, reflexionando sobre las apuestas. ¿Y creen que se debe al conjunto del que le rodeen? Mañana repasaremos su trayectoria vital y los diferentes equipos por los que ha pasado.

Imagen | El Mundo, Le Tour

1 comentario:

  1. Como bien dices, en España parece que el ciclismo sea Contador y poco más. La lástima es que nuestros periódicos son demasiado sensacionalistas, sobre todo Marca, y sólo hablan de lo que vende y de lo que levanta pasiones, que, seamos claros, en este momento es Contador. Así, los no-aficionados sólo leen sobre él y no conocen nada más,y los periódicos continúan en esta línea... es la pescadilla que se muerde la cola. De todas formas, y sin conocer mucho de este deporte, no cabe duda: el chaval es un auténtico fuera de serie.

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