martes, 22 de septiembre de 2009

La Vuelta se acabó

Que nadie se extrañe, ni se asuste, si lee esta noticia. Era previsible y era normal, no en vano, Alejandro Valverde, uno de los mejores corredores de la historia de España por palmarés y vigente campeón de la Vuelta, sigue sancionado dos años en Italia por su implicación en la Operación Puerto, aún por aclarar. ¿Aún? El máximo organismo de justicia deportiva italiana, el CONI, de la mano de Ettore Torri, lo dejó bien clarito en la sentencia: la bolsa 18. Valv.(Piti). pertenece a Alejandro Valverde. Nimiedades, nos decimos en España, y seguimos deleitándonos con la espectacular racha de ciclistas españoles en grandes vueltas —en dos temporadas, cinco de seis—.

Valverde se subió al podio de Madrid en compañía de Samuel Sánchez y Cadel Evans. Certificó su primera gran vuelta sin estragos ni momentos de especial crisis, sin ataques ni victorias parciales. Se bastó en su superioridad y en las bonificaciones, amén de una renovada mentalidad para afrontar una ronda de tres semanas. Fue el mejor, sin paliativos. Ganó una Vuelta soporífera, y cabe comprender que, en este sentido, la falta de ataques responde a la falta de fuerzas. No hablamos de ciclistas conservadores. No lo son Samuel Sánchez, ni Gesink, ni Mosquera Xacobeo, Beltrán—. Si no hubo más ataques, o las diferencias fueron escasas, no es por más motivo que por la dureza de un trazado pensado para escaladores que laminó, progresivamente, el ánimo de quienes en su mente osaban desafiar al líder en la subida. Sí, fue aburrida por instantes. Pero qué quieren que les diga, prefiero esto a exhibiciones increíbles, a las que nos acostumbraban Heras, Armstrong y todos aquellos nobles corredores.

La sensación que deja la Vuelta a su término es agridulce. Agria porque una vez en España el público prácticamente desapareció, porque la clasificación de la combinada no tiene razón de ser —siempre la gana quien gana la general—, porque el sprint solidario huele a improvisación para obtener un patrocinador más, porque la retransmisión fue sencillamente patética. Y hay que detenerse en este punto. Ver el Tour, con su tecnología digital, con las maravillosas tomas del helicóptero a ras de suelo, con sus elegantes rótulos, y ver en septiembre la Vuelta, con la tecnología analógica, las luces y sombras mal calibradas, la nula capacidad del realizador para seguir los momentos más importantes de las etapas de alta montaña, simplemente, en suma, duele. Agria por todo ello, por parecer aún una ronda de barrio. Agria por la exhibición diaria del Xacobeo, a la sazón equipo tratado por Alberto Beltrán, médico sancionado por proporcionar sustancias dopantes al engendro portugués del Liberty Seguros.

Agria en gran medida, sí. Para qué negarlo, seguimos a años luz no ya del Tour, si no en gran medida del Giro, carrera centenaria en un país de pandereta, más que España. Pero dulce, aunque cueste creerlo. De nuevo la participación ha salvado a la ronda española: Gesink, Basso, Cadel Evans, Cunego, Greipel, Boonen —aunque no hiciera nada— y la ristra de corredores españoles de nivel —Valverde, Samuel, Joaquím Rodríguez, Cobo, Freire—. No es un asunto baladí. Tan sólo dos etapas pertenecen a ciclistas españoles, el resto, foráneos. Todo un ejemplo de porqué trasladar la ronda, de nuevo, a Abril sería un suicidio para la organización. De participación ha vivido la Vuelta a España este 2009, pero quizá queda algún atisbo de esperanza para el futuro. El podio es más elegante, más podio, no le broma barata de los últimos años, donde centenares de obesos e iletrados políticos se acercaban a los famélicos ciclistas para pretender ostentar el mismo protagonismo, ante perplejidad de las azafatas. La innovación ha funcionado: Assen fue un éxito y el próximo año se saldrá de Sevilla y de noche. Y, por fin, el maillot cambiará a rojo.

La Vuelta se acabó. Desconozco si debemos aplaudir o llorar, pero terminó. Lucha contra sí misma, contra su prestigio decadente. Quien sigue el ciclismo quiere una Vuelta grande, pomposa, célebre, y son ellos quienes más lamentan los excesos y la ineptitud de la organización actual. Y, por supuesto, lucha, o no, quién sabe, contra engendros como el doctor Beltrán y ciclistas sancionados por dopaje. ¡Uy! ¡Que esto último no! Feliz descanso para Valverde en Italia.

Imagen | Cycling News

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